lunes, 21 de enero de 2013

LA DOLOROSA CRISIS DE LA DEUDA (2ª PARTE)

   



   LA CRISIS DE LA DEUDA



(2ª parte)



La crisis de la deuda en Latinoamérica



Esta segunda parte del ensayo es complementaria y extensión de la anterior (http://nanblogzone.blogspot.com.es/2013/01/la-dolorosa-crisis-de-la-deuda-1-parte.html), que sólo sirvió como esquema introductor, pero resulta un poco inútil pues nos falta un análisis de los hechos, nos falta por conocer cómo ha afectado esto a las gentes, a los países, a las economías. Para ello surge la siguiente pregunta, que servirá como base para esta segunda parte, que tiene un marcado carácter histórico-económico.

¿CUÁLES HAN SIDO LAS CRISIS DE LA DEUDA MÁS IMPORTANTES Y SIGNIFICATIVAS?

En este periodo surge la agonía del continente Latinoamericano (pero no sólo esta zona, Polonia y otros países también viven situaciones duras) debido a la asfixia de la deuda creciente y los consejos impuestos del FMI. Por poner un ejemplo, entre 1970 a 1980 la deuda brasileña incrementa en un 1.147%, la argentina en un 367%, la mexicana en un 723%, la venezolana en un 1.964% o la chilena, en un 305%.
Todas esas cifras son astronómicas y son sólo el principio, pues a partir de los años 80 el proceso de endeudamiento se retomaba, y en los 90 continuaba.
A todo esto el FMI da respuesta en colaboración al Banco Mundial, a la OCDE, y al gobierno estadounidense. Es ahí cuando se formula el Plan Brandy y el Consenso de Washington, popularmente conocido como el nacimiento del neoliberalismo (punto 5 de esta exposición).

Es una exposición larga pero muy interesante, pues es CLAVE para entender (es el siguiente paso), lo que hoy día ocurre en Europa.





1) INTRODUCCIÓN Y PRECEDENTES

Sin duda la crisis de la deuda latinoamericana es el mejor ejemplo de este tipo de crisis financieras. Su estudio es de suma importancia debido a que nos puede servir para averiguar cuáles son las causas de estas crisis, cuáles son sus efectos, y cuáles son sus posibles soluciones. Además el estudio de todo esto nos puede ayudar a prevenirlas en un futuro y evitar esos duros efectos de ajuste que ha de realizar una economía que se halla en esta crisis, o que al menos esos ajustes no nos pillen por sorpresa.
Desde los años 50 y hasta los 70 las economías latinoamericanas estaban convencidas que la base del éxito y la prosperidad económica se hallaba en un sector industrial potente e importante. El camino al “desarrollo económico” debía pasar por una industrialización que diera impulso a la producción y al trabajo. Para ello las economías debían estar protegidas de su competencia exterior. El proceso de industrialización debía ser acompañado por un proteccionismo económico hasta que la industria naciente pudiese hacer frente a las industrias de los países desarrollados, así, se bloquean las importaciones (con aranceles, contingentes, burocracia) y se favorece la producción nacional y la posible exportación.
En la práctica el sistema en cuestión, la industrialización por sustitución de importaciones (ISI), no dio los resultados esperados. La pobreza no llegaba a reducirse, y los efectos directos de estas políticas fue un notable desajuste comercial y por cuenta corriente de las naciones que aplicaban la ISI. Trataremos el problema por cuenta corriente.


El proceso industrializador necesita de los incrementos de la productividad del trabajo, ya sea por mejora de los instrumentos o de la tecnología, o de la capacidad organizativa. Por tanto el primer paso se traduce en “modernizar” el sector agrario y primario en general, para que éste genere un excedente de producción y de trabajadores.



¿Con qué objetivo? Un excedente de trabajadores abandonará el campo en busca de oportunidades en las ciudades. El excedente de producción agrícola servirá para alimentar a esa población que recién se ha instalado en las ciudades, y que ahora, o puede dedicarse al comercio, o al proceso industrial. Los gobiernos fomentaban que se incorporarán a las fábricas en el proceso de industrialización que éstos encabezaban.
Para crear fábricas y mejorar las instalaciones y la tecnología se precisaban bienes de equipo que las naciones en ISI no podían producir, por tanto, debían importarlos.
Los bienes de equipo son bienes caros y de alto valor añadido, que tradicionalmente exportan las naciones más ricas. Los países en ISI debían, por ende, gastar buena parte de sus recursos en importar esos bienes de equipo que eran fundamentales para la industrialización. A su vez su fuente de recursos era débil, pues sus exportaciones se basaban principalmente en productos primarios de escaso valor añadido, muchos, obtenidos de la naturaleza directamente y exportados luego, con poco valor.

En conclusión, la situación general era que las exportaciones eran de bajo valor y las importaciones de bienes de equipo eran caras y además requerían capacitación para su conocimiento, uso y aplicación. El desajuste es evidente: las naciones en ISI gastaban año tras año más recursos en importaciones de los que obtenían de sus modestas exportaciones. Cuando este desajuste se pronunció o se alargó en el tiempo muchas naciones, incluso, recurrieron a sus reservas, pero ello no era lo más recomendado.
La idea general fue que dado este déficit comercial constante se genera un déficit corriente por balanza de pagos que es suplido, como no puede ser de otra manera, con endeudamiento.

La creencia era la señalada en la apertura del ensayo. Ese endeudamiento permitiría en un futuro tener una industria sólida, exportadora y de alto valor añadido que permitiera reembolsar los préstamos y mejorar respecto a la situación inicial. Los hechos demostraron que muchas naciones no tuvieron una mejora o una modernización de su sector primario, por lo que un fallo de base podría ser un factor explicativo del fallo del sistema de ISI.

A finales de los años 60 ante este proceso de endeudamiento que viven las economías en ISI, se replantea el sistema. Sus conclusiones son que ha de ser reforzado, y los Estados buscan su coordinación para mejorar los resultados del proceso industrializador.
Se mejoran los incentivos creándose mayores subvenciones y todo tipo de incentivos fiscales que promovieran la industrialización. A su vez, se cae en cuenta del factor de ESCALA, por lo que las naciones en ISI firman acuerdos para facilitar el intercambio comercial entre ellas y aprovechar el mercado potencial, mejorando la escala, así los costes, y obteniendo así una ventaja en costes, muy importante a la hora de “conquistar” un mercado en crecimiento. La Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) se creó con dicho objetivo, cuyas metas deberían estar en funcionamiento en 1972, hecho que debido a las crecientes tensiones en la región, se daría décadas más tarde.

En los años 70 se inicia la crisis del petróleo, una crisis de exceso de oferta que afectaría muy negativamente a las naciones en ISI ya que éstas buscaban precisamente aumentar su producción y sus exportaciones, pero en un contexto en el cual sobraba producción, el ajuste implicaba necesariamente una caída de la producción y de los precios. El precio del petróleo se disparó y ello desvió aun más algunos déficits corrientes que tuvieron que ser equilibrados con más endeudamiento.
En esta época, la crisis del petróleo se caracterizó por la decisión de los países de la OPEP (un cártel creado entre los principales países productores de petróleo) se elevar el precio del petróleo en respuesta a Israel y sus aliados, en la guerra “del Yom Kipur”.
El resultado de ello, en síntesis, de traduce en una transferencia colosal de recursos monetarios y rentas de las naciones importadoras de petróleo (en especial Europa y EE.UU) a los países exportadores de petróleo, los países del Golfo, y a la OPEP.
Así la mayoría de países reforzó o cayó en déficit comerciales, mientras la OPEP tenía un exceso de recursos enormes debido a sus superávits comerciales.
Estos excesos de liquidez (los conocidos como “petrodólares”), fueron depositados en la banca internacional, debido a que tal cantidad de recursos no tenía siempre una empleabilidad rentable en aquellos países.

Volviendo al entorno en el que nos situábamos, las naciones ISI mantenían sus políticas de industrialización, a la vez que se hundían aún más sus déficits corrientes debido a la importación de petróleo más caro. Cabe señalar que no todos los países se vieron igual de afectados, ya que parte de ellos eran exportadores de petróleo.
De todas maneras, la demanda internacional cayó, afectando a la caída de bienes de equipo, que necesitan materias primas para su elaboración.

En conclusión de los años 70, y como término general, podemos destacar una pronunciación mayor del déficit corriente de las naciones en ISI ya que las importaciones se encarecen debido a las subidas del precio del petróleo, y las exportaciones son más débiles debido a la caída del precio de las materias primas.

El ejemplo de Argentina es uno de tantos ejemplos sobre la tendencia que seguía la evolución del sector exterior latinoamericano.


En este contexto, al lector le puede extrañar que aún estas naciones no cayeran en una especie de bancarrota o un colapso que frenará el sistema en cuestión.
Este proceso fue todavía posible gracias al endeudamiento.
Las naciones en ISI y en especial las naciones latinoamericanas, podían hacer frente a estos déficits corrientes gracias a que la banca internacional les prestaba los “petrodólares”, aquellos excesos de liquidez que tenían los países productores de petróleo.
Así el proceso de endeudamiento fue sucediéndose durante todos los años 70, sin mayores reparos debido a la abundancia del crédito.


Brasil es otro de los países que refleja esta situación.
Previo a 1981-2, el déficit corriente de Brasil era muy elevado y persistente, y dicho equilibrio pudo mantenerse y agudizarse gracias al ENDEUDAMIENTO ofrecido por la banca internacional.



2) IMPACTO DE LA CRISIS.


A finales de los años 70 las economías más desarrolladas presentaban grandes salidas de capitales, debido a sus déficits corrientes y un fenómeno llamado estanflación, es decir, escaso crecimiento económico con inflación. La inflación no era un fenómeno extraño pues la subida del precio del petróleo afectaba a los combustibles y por ahí al resto de productos. Éste se había multiplicado por 2,5 veces su precio, de 1970 a 1980, en términos reales. Hay que entender que en aquella época la producción tendía a ser intensiva en energía y los criterios sobre eficiencia energética no estaban extendidos: esta sería la época en la que se empezarían a tener en cuenta. Por tanto la relación entre el precio del petróleo y la inflación era en la misma dirección.

En los países europeos se llevaron políticas monetarias restrictivas basadas principalmente en reducir el crecimiento de la oferta monetaria, llevando así a la economía a una desinflación y planes de ajuste (de reducción del déficit presupuestario) que deprimieron la economía y elevaron el desempleo. En el caso alemán, francés e inglés fue donde la “tasa de sacrificio” fue mayor, provocando así más desempleo al reducir la inflación.

En EE.UU las medidas con las que se buscaba atraer capitales fue el incremento del tipo de interés que ofrecían depósitos y letras del tesoro. A finales de los años 70 estos rendimientos superaban el 10% y a principios de los 80 se alcanzaría el máximo, torno al 15%. Esto provocó una salida en masa de capitales de Latinoamérica ya que la economía estadounidense ofrecía atractivos intereses y seguridad jurídica y de estabilidad de la inversión.

Al ponerse en marcha a nivel mundial una operación de reducción de la oferta monetaria, de reducción de la producción y del empleo y de las rentas, el ahorro canalizado por los bancos era menor y el crédito empezó a escasear. Este proceso se agudizó con la salida de capitales de Latinoamérica que se describió previamente. Los países en ISI se encontraron un doble problema entonces. Por un lado necesitaban la financiación externa para seguir desarrollando su industrialización y por otro lado los tipos de interés de los EE.UU habían subido repercutiendo directamente al servicio de la deuda que debían pagar estas naciones y ahuyentando la financiación que tanto buscaban.
Durante las décadas anteriores los países habían amuculado grandes cantidades de deuda externa, pues esta financiación venía, como se dijo, principalmente por los petrodólares. Cuando EE.UU elevó los tipos de interés se empezó a temer por recuperar los fondos prestados (debido a la huida de capitales). La reacción de la banca internacional fue disminuir los préstamos a los países en ISI. Las empresas y especuladores abandonaban la región ya que bonos estadounidenses y europeos ofrecían mejores condiciones para sus capitales.

Los países en industrialización tendieron constantemente a depreciar sus monedas para salvar sus exportaciones y mejorar sus balances comerciales, pero ello forzó a la caída del poder adquisitivo y la caída de la demanda internacional.
En 1981, en un contexto de políticas de ajuste severas (políticas monetarias y fiscales restrictivas) se hunde el comercio internacional, repercutiendo una vez más a la caída del precio de las materias primas, la principal exportación de los países latinoamericanos.

En 1982 se comienza a dudar realmente si Latinoamérica podrá pagar la deuda que ha contraído durante tantos años. Las dudas se despejarían en agosto de 1982 cuando el ministro de Hacienda mexicano asegura que México no puede pagar la deuda externa y se concede un periodo de moratoria de 90 días.

Enseguida se cierran los canales de financiación a todos los países en ISI, que necesitaban urgentemente esa financiación para continuar con su proceso. Ese proceso debería ser replanteado debido a la falta de recursos y por el pago de la deuda, que era mayoritariamente a corto plazo en aquel momento. No sólo en Latinoamérica, otros países que llevaban el sistema de industrialización por sustitución de importaciones empezaron a verse con problemas, como lo era el caso de Polonia desde 1980.




3) REPERCUSIÓN DE LA CRISIS. FASE I

En el momento que México asegura al mundo que no puede hacer frente a su deuda externa provoca la inmediata reacción de los EE.UU, los cuales seguramente no quisieran repetir la experiencia de la crisis de la deuda de los años 30, en la que hasta 14 Estados latinoamericanos renunciaron a pagar su deuda.
En aquel momento el gobierno de R. Reagan se reúne con el G7 para buscar su apoyo, y se produce una desposesión de las funciones del FMI, quien en su creación tenía como objetivo inicial la estabilidad del sistema financiero y del sistema de tipos de cambio internacional. Así a la causa norteamericana se sumaba los países más desarrollados del mundo, el FMI y el Banco Mundial, quienes ponen en práctica una política ofensiva hacia los países que no pueden cumplir con la deuda.

Los países acreedores deciden entonces tratar cada uno de los países en particular. Anteriormente en la crisis de la deuda de los años 30 los países latinoamericanos en bloque renunciaron a la deuda que tenían con sus acreedores, EE.UU, Reino Unido y Alemania mayoritariamente. En este caso se decidió que los problemas de la deuda externa se tratara “caso por caso”, evitando así la formación de un bloque común para los países deudores y reforzando así su posición.
En las negociaciones se llegan a múltiples acuerdos. No se suspendería el servicio de la deuda, es decir, su reembolso, sino que se haría una reprogramación de ésta consiguiendo mejores plazos para los deudores o mejores condiciones de pago. No sólo eso, las naciones acreedores a través del FMI exigieron una serie de reformas para que no se repitieran las políticas llevadas hasta ahora. Las reformas era un amplio programa de reformas económicas y estructurales por el cual las economías latinoamericanas se abrían a los mercados financieros internacionales y se les imponía una reducción del papel del Estado en la economía. Así, éste debía abandonar algunas de sus misiones, tales como la regulación del mercado financiero, el control de determinados sectores económicos estratégicos, o la promoción de la industrialización.

Esa sería la lógica de los procesos de ajuste que exigiría el FMI y las naciones acreedores como condición para la reestructuración de la deuda externa. Políticas monetarias restrictivas que frenarán la inflación, desincentivaran el déficit comercial y políticas fiscales restrictivas de reducción del gasto público. Muchas industrias cerrarían, otras empresas serían privatizadas… pero la conclusión es evidente: una caída de la producción y del empleo, que bajo un contexto de caída del gasto público, deja a las personas al borde de la exclusión social y cerca de la pobreza.
De esa manera la mayoría de naciones latinoamericanas entran en recesión a partir de 1982, destruyendo el tejido productivo y el empleo y poniendo aún más en duda la capacidad de pago de los países deudores.

Los países acreedores a su vez exigen el reembolso de la deuda externa fuere como fuere. Mediante programas de reestructuración y procesos de ajuste económico se logra postergar el pago de la deuda, aún así los capitales siguen huyendo a Latinoamérica.
La CEPAL calcula que entre 1983 – 1991 la fuga de capitales ascendía a más de 200.000 millones de dólares.



4) PLAN BAKER. FASE II

Los distintos gobiernos latinoamericanas deciden nacionalizar (o estatizar) las deudas de grandes compañías privadas nacionales que se habían sobreendeudado durante los años previos.
En el caso de Argentina, por ejemplo, la operación de asumir la deuda privada por parte del Estado costó, entre 1980 – 1982, en torno al 25% del PIB. Este esfuerzo se hacía para evitar el colapso del sector privado y que la recesión se agravara aún más.

James Baker, secretario del Tesoro de EE.UU, decide materializar toda una serie de medidas que habían sido impuestas para las naciones deudoras. Su objetivo era recuperar en torno a 30.000 millones de dólares en préstamos concedidos a la vez de reestructurar en torno a 175.000 millones de dólares pendientes de cobro.
En dicho plan se deciden plasmar 3 objetivos prioritarios en el momento:

a)    Políticas de ajuste. En este sentido debían exponerse claramente las políticas de ajuste que debían llevar las economías sobrendeudadas  a nivel macroeconómico. Las recomendaciones eran la de reducción de la inflación (política monetaria restrictiva), el ajuste del sector externo y así recuperar el crecimiento económico a través de ganar competitividad en el comercio internacional. De esa manera se logra un ajuste en la balanza comercial que si se torna positiva atraerá capitales a la nación y asegurará la devolución de la deuda.

Otra de las medidas es en el enfoque de ajuste fiscal. Los Estados endeudados por lo general presentaban déficits presupuestarios que aumentaban el endeudamiento nacional y consumían recursos. Se optó por la vía de recorte de gastos, para que una subida de impuestos no deprimiera aún más el consumo y la renta de las personas.

b)    Asesoramiento técnico y monetario. El FMI debía desempeñar la función de fiscalizador de todas estas políticas de ajuste. No sólo eso, debería ayudar con recomendaciones en el proceso de ajuste y con recursos monetarios para fomentar el cambio estructural. Así se potenció los bancos regionales para el refuerzo de dicha misión.

c)     Recuperar el crédito a las naciones deudoras. El objetivo era entregar recursos monetarios a los grandes bancos de las naciones deudoras para que pudieran canalizar la inversión que se requeriría para el cambio estructural y de refuerzo de las políticas de ajuste. Se propusieron así 20.000 millones de dólares para el periodo 1985 – 1988 para las naciones deudoras.


En los próximos años con estas propuestas se  produciría un gran ajuste.
La deuda se iría devolviendo reduciendo así los niveles de endeudamiento totales pero muchas reservas de bancos centrales habían menguado considerablemente. Además los planes de ajuste provocarían unos “desastrosos años 80” en términos de pobreza.
Los niveles de desempleo e indigencia se disparan, todo ello provocando un enorme trauma social y llevando a Latinoamérica a una “década perdida” que sería especialmente dura para las clases más humildes y la clase media.






5) PLAN BRADY Y CONSENSO DE WASHINGTON. FASE III

En 1989 el secretario del Tesoro norteamericano Nicolas Brady lanza un nuevo plan para corregir la delicada situación que vivían las naciones deudoras.
Busca una nueva reestructuración de la deuda, a niveles más realistas y en colaboración a la banca norteamericana, la gran afectada por los problemas de solvencia de Latinoamérica. Se harán reestructuraciones a medida que los países se acojan al Plan y acepten los planes de ajuste, que venían reforzados con la liberalización empresarial y sus privatizaciones. Encontró cierta oposición de la banca en general, aún así México pudo, por ejemplo, practicar un descuento sobre el 35% de su deuda (unos 18.000 millones de US$).

En ese mismo año se redacta el “Consenso de Washington”, para algunos, la formalización de las políticas “neo-liberales” que llevaba encabezando los EE.UU junto al FMI y el BM durante casi todos los años 80.
El Consenso de Washington es redactado de manera modesta por John Williamson en un documento de Word. Su artículo, “Lo que Washington quiere decir cuando se refiere a reformas de las políticas económicas”,  trata la reforma estructural y social de la economía afectando a 10 instrumentos de política que Washington exigiría reformar para reestructurar la deuda, adecuar mejor los plazos o negociar nuevos préstamos o incluso “rescates” (concepto que ya se emplearía en la ayuda a México en los años 90 por el gobierno de B. Clinton)
Estas 10 políticas deberían ser las siguientes. Cabe mencionar que no todas las ha aplicado los EE.UU, y otras tantas refuerzan el papel exterior de este país


1.    Déficit presupuestario: Evitarlo a toda costa. Surge el concepto de “disciplina presupuestaria”. El déficit puede ser aceptable mientras no desemboque en un aumento del ratio deuda/PNB. En 1993 el Congreso aprobaría la ley Gramm-Rudman-Hollings para el control presupuestario, pero esta ley queda suspendida en caso de recesión)

2.    Las prioridades del gasto público: evitando las subvenciones indiscriminadas, pues éstas son una seña inconfundible de la corrupción del entramado político. El Estado debe dedicar su gasto público con prioridad a la educación básica y la atención sanitaria básica, así como asumir un rol activo en las infraestructuras en caso de que éstas dificulten el comercio o la eficiencia.

3.    La reforma fiscal: El Consenso  aboga por la reducción del gasto, principalmente. Sobre la reforma el Consenso dice poco. Asegura que la base imponible íntegra debería ser amplia y los tipos impositivos marginales moderados. Se abre el debate para gravar las rentas de intereses de los activos que tienen las personas fuera del país como remedio a la evasión de capitales, pero en ningún caso se plantea nada en concreto.

4.    Los tipos de interés: Éstos deben ser determinados por el mercado (para evitar la asignación inadecuada de los recursos) y deben ser positivos en términos reales, a fin de disuadir la evasión de capitales y para incrementar el ahorro. Un matiz: el tipo real positivo debe ser moderado, pero si el contexto internacional describe unos tipos de interés alto esto no puede ser posible.

En la práctica lo que se hizo es mantener unos elevados tipos de interés nominales para atraer capitales de regreso a Latinoamérica.

5.    El tipo de cambio: Debe ser determinado por las fuerzas del mercado o bien sobre la base de si su nivel es coherente con los objetivos macroeconómicos establecidos. En los países en desarrollo el tipo de cambio real tiene que ser suficientemente competitivo para impulsar las exportaciones, y así recuperar los problemas por balanza de pagos (y no con la ISI). Es importante su estabilidad a lo largo del tiempo.

6.    Política comercial. La liberalización de las importaciones. Con la apertura comercial se accede a productos intermedios a precios más competitivos que permiten desarrollar un sector exportador. De la otra manera el proteccionismo crea distorsión en el mercado al blindar la industria nacional frente la extranjera. Así, esas distorsiones acabarán penalizando las exportaciones y “empobreciendo la economía nacional”

7.    La inversión extranjera directa (IED). La liberalización de las finanzas. Con la apertura financiera se consigue el capital necesario, la tecnología y la experiencia para reforzar el mercado nacional o contribuir con las exportaciones. Las limitaciones a la IED se consideran una insensatez y obra del nacionalismo económico. Por tanto, Washington desaprueba este hecho, al menos cuando lo aplican otros países que no son EE.UU

8.    Las privatizaciones. Esto podría incluirse en el punto 2. Las prioridades del gasto enuncian que debe renunciarse por lo general a las subvenciones. Los subsidios que deben acabarse cuando antes son los dedicados a compensar las pérdidas de las empresas públicas. Con déficits, estas empresas o deben cerrar o liquidarse.

La privatización puede ser una útil política ya que permite obtener unos ingresos que alivien la presión sobre el presupuesto, en el corto plazo, y son gastos que el Estado deja de imputar en el largo plazo. No sólo eso, al sostener que la gestión privada es más eficiente que la estatal (asunto materializado en el Plan Baker), esta modalidad de gestión reportaría beneficios que luego, parte de ellos, se tributarían al Estado en forma de impuestos sobre los beneficios.

9.    La desregulación. La desregulación se impone en EE.UU con los gobiernos de Carter y luego Reagan. Normalmente se expone como un éxito en EE.UU. A su vez en Latinoamérica se encuentran las economías más reguladas del mundo, al menos en teoría. Existen controles sobre la creación de compañías, sobre las nuevas inversiones, restricciones a la IED, restricciones a las salidas y entradas de capitales, limitaciones sobre el uso del beneficio de las multinacionales, control de precios, barreras arancelarias y contingentes a la importación, asignación del crédito de manera discriminatoria y elevados impuestos sobre las rentas de las empresas, entre otras limitaciones. Además la toma de decisiones sobre casos puntuales está mal vista por los EE.UU, pues así se generan incertidumbre e inestabilidades, y ofrece incentivos a la corrupción. La propuesta se trata de acabar con tanta barrera y legislar con decretos de gobierno para dar cierta estabilidad jurídica.

10. Los derechos de la propiedad: Los derechos de la propiedad deben estar establecidos de manera firme para que exista un satisfactorio funcionamiento del sistema capitalista. En Latinoamérica estos derechos no son claros, por lo que dificulta el funcionamiento correcto del sistema. La idea se reforzará con la premisa naciente de los “derecho de imagen” y “derechos de autor” extendiéndose a las creaciones artísticas como la música o el cine, que sólo busca una expansión mayor del mercado y de los beneficios de las empresas asociadas al entorno… y reforzar los derechos de propiedad, claro está.


Durante toda la década de los 80 y 90 se impusieron estas políticas que ponían las condiciones del Consenso de Washington para recibir los créditos del Banco Mundial. Ello suponía poner en práctica fuertes ajustes estructurales y medidas desregularizadoras. El caso de Nicaragua y Honduras es ilustrativo.

La ayuda condicionada llevaba a amplios sectores de la población a sentirse  desposeída de su propia soberanía, pues la que se imponía eran directrices extranjeras, extrañas y que causaron pobreza y desempleo.

En 1991 se otorga un crédito de 110 millones de dólares a Nicaragua condicionado a que éste país permitiese la entrada de mayores volúmenes de inversión extranjera directa, privatizara ciertas industria estatales y diera más facilidad y más facilidades a las operaciones de la banca privada.

En 1992 se otorga un crédito de 82 millones de dólares a Honduras a través de la Asociación internacional de fomento. La condicionalidad trataba de una reducción del precio del petróleo y la iniciación del proceso de privatización de la industria y las empresas estatales.

Ambos casos, hablan por sí solos.




6) VUELTA A LA CRISIS. FASE IV

«La tasa de pobreza disminuyó en los años 50 y más rápidamente aún en los años 1960-70. Los años 80 han sido desastrosos. En los años 90, sólo algunos países han registrado una disminución de la pobreza (Chile, Colombia)» (PNUD, 1997, P.37).

Tras la aplicación de las medidas de ajuste descritas anteriormente los países empezaron a mejorar gradualmente su situación macroeconómica. Algunos desequilibrios como la inflación o el déficit corriente se estaban conteniendo, lo mismo ocurría con el déficit presupuestario. Todo ello había supuesto el incremento del desempleo y de la pobreza, por lo que las medidas eran por lo menos impopulares de cara al público, cuando no expoliadoras o dominadoras, como se llegó a acusar las misiones del FMI y del BM.
Hacia 1993 – 1994 los economistas se empezaban a dar por satisfechos debido a las medidas adoptadas así como sus resultados. Se exaltaba que los capitales regresaban ya a Latinoamérica y que su situación cada vez era mejor. En teoría, se ponía fin a esa década perdida de crecimiento y desarrollo económico.
Así, el exgobernador del FMI, Jacques de Groote decía en marzo de 1994:

«Existen innumerables ejemplos de éxito. El caso típico es el de México. En octubre de 1982, este país conocía una grave crisis de la deuda y la acción conjunta del FMI y del BM permitió una adaptación rápida, un enderezamiento de la balanza de pagos con una disminución limitada y de corta duración de los ingresos de la población. Hoy se asiste a un retorno de capitales hacia México y el Banco Mundial ha generado un programa para diversificar la producción. (...) De hecho, el conjunto de los países de América Latina (...) se comportan muy bien económicamente».


En realidad el regreso de parte de los capitales fugados había sido debido a los altos tipos de interés que habían aplicado las economías latinoamericanas. Pero otro factor que había atraído capitales era la ola de privatizaciones sin precedentes en todo el continente. Las grandes fortunas se desplazaron a la zona para comprar empresas de utilidad pública y de importante razón estratégica a un precio relativamente bajo, pues la posición negociadora del país deudor era casi nula, y las necesidades de financiación eran urgentes. Las amnistías fiscales también propiciaron regreso de parte de los capitales. Pero la característica común a estas 3 medidas enunciadas son que la llegada de capitales respondía a una razón concreta y por tanto, presentaban volatilidad. Estos capitales no habían venido para quedarse, sino más bien para aprovechar los altos intereses nominales de los bonos mexicanos, brasileros y argentinos, adquirir empresas o legalizar dinero fugado en su momento contradiciendo la legislación existente.

En 1994 el déficit corriente de México se vuelve a recrudecer y se agudiza aún más. Los inversores pierden la confianza en dicho país y retiran sus capitales. El efecto “Tequila” como se conocería más tarde, se extendería a los demás países de la región al igual que ocurrió en 1982. Brasil y Argentina elevaban aún más los tipos de interés pero la verdad es que con una inflación tan elevada los tipos reales no sorprendían tanto.
Las balanzas corrientes de Brasil y Argentina se comportan de manera similar, siendo muy deficitarias y poniendo en duda la capacidad acreedora de estas naciones en un futuro. Se desencadenaría el peor escenario de la crisis demostrando para muchos que las actuaciones del FMI no sirvieron para hacer nada más que enriquecer a determinado colectivo a costa de empobrecer a la mayoría del país.



7) FASE V.

Los distintos gobiernos continuaban con su proceso de endeudamiento.
Sería en los años 90, primordialmente, la década en la que la deuda externa se dispararía a niveles desconocidos hasta entonces. Ya no sólo quizás por problemas en las finanzas del Estado sino también que parte de las deudas del sector privado se nacionalizaron como se introdujo en la FASE II.
En México la retirada de capitales en masa puso en jaque al sistema bancario del país, que debió ser “rescatado” con un coste aproximado del 15% del PIB mexicano.
Estos rescates consistieron en la transferencia de grandes recursos a los grupos capitalistas locales que una vez salvados y asumidas sus deudas el Estado, exportaron la mayor parte de sus capitales financieros a los países del Norte. Otros aprovecharon la oportunidad para ampliar su cartera y adquirir empresas en privatización a precio de saldo, concentrando aún más la riqueza y fomentando la desigualdad.
Durante los años 90 abandonarán enormes sumas de capitales los principales países latinoamericanos, que deberían llevar una nueva oleada de privatizaciones en busca de ingresos extras. Las  primas de riesgo de los principales países continuaban subiendo en el año 1998, afectando no sólo a su Estado sino a la financiación de otras empresas. Ni hablar de las pequeñas empresas y hogares, que quedaron totalmente excluidos del crédito.

Tras 3 años en recesión, en el año 2001 Argentina decide que no va hacer frente al pago de su deuda. El 2002 se extendería la crisis a Brasil y Uruguay.


Cuenta corriente del Perú.
Como se aprecia, el desequilibrio de Perú es menos persistente y menos
violento que otros, sin embargo, la tendencia es a una balanza corriente negativa, es decir, 
el Perú se endeudaba año tras año a pesar de las medidas de correción del FMI
Todo ello dificultó la salida de la crisis de este país, y forzó a la hiperinflación que se da en 
este periodo.





Entre 1982 y 2000, América Latina había devuelto por servicio de la deuda 1,452 billones de dólares (1.452.000 millones de dólares), es decir, 4 veces más de la deuda total que existía en 1982 (que era de 333.200 millones).



Evolución de la deuda externa en América Latina y Caribe (1970 – 2002)



Pobreza absoluta en América Latina y Caribe (1987 – 1998).
La evolución desfavorable de las condiciones sociales es evidente pues en apenas 10 años la cifra de pobreza absoluta aumenta en casi 20.000.000 de personas.
El drama social que supuso la crisis de la deuda no sólo se recoge en este cuadro, pero sirve para hacerse una idea de la magnitud del problema.

miércoles, 16 de enero de 2013

LA DOLOROSA CRISIS DE LA DEUDA (1ª parte)

Este ensayo, quisiera responder y dar una explicación a todos aquellos que viven una crisis, en cualquier zona de la periferia europea... y no pueden entender cuál es su verdadero origen.
Los orígenes son muchos, pero si hay un factor explicativo importante es el ENDEUDAMIENTO.
Cuando se abusa de contraer deudas, surgen las crisis de la deuda.
La última y más cercana, es la crisis de la deuda en Latinoamérica que se saldó con 20 millones de pobres más y muchos más millones de indigentes, en una situación muy complicada para los países.

Así, intentaré darle explicación a que significa esta crisis... que es una crisis financiera, derivada siempre, de una crisis política (pues quienes "nos dirigen" son unos buenos para nada).

Aprendamos de la historia. Que este escrito nos sirva para conocer y reflexionar sobre el pasado.
Cuestionarnos el presente. Construir el futuro



LA CRISIS DE LA DEUDA

¿QUÉ SIGNIFICA “UNA CRISIS DE LA DEUDA”?

Se ha de recordar, en primer lugar, cuáles son los orígenes y el sentido que tiene el endeudamiento en una economía capitalista. El crecimiento económico se basa en las expectativas. Así, una economía se adapta a unas expectativas optimistas de crecimiento y generación de riqueza para los próximos años. Las familias, compran a plazo muchos bienes (más o menos responsablemente). Las empresas se permiten tener pérdidas, sabiendo que en unos años las recuperarán. Y el Estado, invierte en asuntos deficitarios, como la educación o la sanidad, sabiendo que en muchos años más, las nuevas generaciones prosperarán con la inversión hecha.
El problema puede surgir, cuando los agentes económicos (familias, empresas, Estado) sobreexplotan esas buenas expectativas de futuro y abusan de ellas para gastar sin control alguno, o sobreestimando el futuro.

La crisis de la deuda es un término que implica la incapacidad de hacer frente al pago de los compromisos adquiridos en divisas y puede adoptar dos variedades: de liquidez o de solvencia. En el primer caso, la escasez de moneda extranjera es temporal, es decir, la estructura productiva del país es capaz de generar en un futuro próximo los recursos suficientes para reembolsar a los prestamistas internacionales. En el segundo caso, existe una incapacidad estructural para hacer frente a los pagos en divisas del servicio de la deuda (intereses más amortizaciones). La disyuntiva que se plantea es que, muchas veces, no se puede distinguir si el problema es de liquidez o de solvencia.

De esa manera, para que exista una crisis de la deuda el país en cuestión ha tenido que endeudarse durante varios años, habiendo incurrido en uno o varios tipos de déficits (déficit comercial, corriente o presupuestario) y en lugar de buscar una solución y su corrección, éstos se han mantenido en el tiempo. Así, dicho país se encuentra con problemas para hacer el pago de su deuda o se ve con problemas para generar riqueza en un futuro próximo y usar ésta para el pago de la deuda.



¿QUÉ SUPONE UNA CRISIS DE LA DEUDA?

Una crisis de la deuda lleva al país a una complicada situación que ha de corregir. De lo contrario este país corre el riesgo de la quiebra de su Hacienda y de la paralización de varios sectores productivos de la economía, frenando el crecimiento, la generación de recursos y así de riqueza con la que hacer frente al sobrendeudamiento.
En primer lugar, la crisis de la deuda señala un exceso de endeudamiento de dicha economía, que ha consumido muchos más recursos de los que por sus propios medios hubiese podido. Al consumir más recursos ha suscrito un compromiso de pago más unos intereses con la economía acreedora de éstos recursos.
En segundo lugar la crisis de la deuda señala un gasto superior a unos ingresos, que ha de corregirse pues la duda sobre la liquidez-solvencia de la economía evita que los inversores sigan financiando el déficit de esa economía

En tercer lugar, la crisis de la deuda apunta a unas políticas de ajuste económico para la corrección de ese déficit.

a)    Si el déficit es comercial o corriente (es decir, las importaciones son superiores a las exportaciones) las políticas que han de tomarse son las de fomentar las exportaciones y frenar las importaciones.

b)    Si el déficit es presupuestario, el Estado deberá fomentar los ingresos (vía tributaria) y desincentivar el gasto público.


La corrección de un déficit comercial o corriente puede tener importantes efectos. Con una política monetaria restrictiva (incrementando los tipos de interés) puede incidirse sobre la renta nacional deprimiéndola, y así afectando a las importaciones (éstas caen en mayor medida que la renta). También esta política económica reducirá la inflación y mejorará la competitividad de las exportaciones, mejorando el saldo comercial. La consecuencia es que al caer la renta nacional caerá la producción y el empleo… por lo que aumentará el desempleo y la pobreza. Hasta que no se elimine dicho déficit el sector privado y público estarán endeudándose aún más y más, por lo que se fomenta el pánico de una crisis de la deuda mayor.

En caso de corregir dicho déficit comercial con una depreciación de la moneda, los efectos serán una pérdida de poder adquisitivo de los ciudadanos y el encarecimiento de los productos importados… sin embargo abaratará las exportaciones y favorecerá la producción y el empleo (si los efectos inflacionarios no son fuertes).
La corrección de un déficit presupuestario  también es una complicada tarea. Con una política fiscal restrictiva en la que se suban los impuestos y/o se bajen los gastos que realiza el Estado puede reducirse ese déficit presupuestario y así el excesivo consumo de recursos por parte del ente estatal. Hasta que no se elimine dicho déficit el Estado estará endeudándose aún más, por lo que la deuda “pública” continuará creciendo. Estas políticas de ajuste llevan a una menor renta nacional, por tanto a un menor consumo, menor ahorro, menor inversión, menor producción y menor empleo, creando así desempleo y mayor pobreza.
Ignoremos las políticas de estabilización presupuestaria a base de emisión de moneda, es decir, de política monetaria expansiva, ya que aparte de ser prohibidas por el BCE, generan una inflación muy alta a través del proceso de “monetización de la deuda”

A la corrección de estos desequilibrios macroeconómicos pueden sumársele no sólo políticas monetarias y fiscales restrictivas, sino que también otro tipos de medidas cambiarias o comerciales tales como la liberalización de sectores económicos, la apertura al comercio exterior o la liberalización de la entrada de capitales y de flexibilidad financiera.





En la próxima parte expondremos la crisis de la deuda más significativa, la de Latinoamérica, y en la tercera parte hablaremos de España, que vive su propia crisis de la deuda desde 2007.


Al igual que España, países como Argentina vivieron una época
de gran crecimiento pero con un déficit por cuenta corriente, es decir, endeudándose. Tras varios años así, en el año 1982 se desata la crisis de la deuda.




Tras varios años de endeudamiento, Latinoamerica acumula a una cantidad de deuda excesiva e innasumible, que debe ser reprogramada por el FMI, y que deriva en aun más deuda y peores condiciones. La crisis de la deuda se alarga la friolera de 20 años (aproximadamente de 1980 a 2000).
Ello nos puede servir para anticiparnos al caso europeo.